10.11.10

Se levantó y (como quien golpea con la cucharilla la copa en la boda de turno) brindó por las intervenciones quirúrgicas, por la extirpación de tumores malignos, por las no-secuelas, por las heridas que al final resulta... no dejaban cicatriz. Brindó por los cien metros lisos, por todo aquel que sabe hacer maletas y echar a andar. Por quien no necesita ni maletas. Brindó por no saber darse del todo, por ser impermeable y por la vocecita interior que le dice “ahí no” cuando decide que va a atajar por Mordor o algo peor. Y brindó, sobre todo brindó porque le gustaba este mundo, porque le gustaba mucho.