No sé que es lo que me pasa con lo de hablar por teléfono. Supongo que sencillamente no me gusta. Y peor aún es tener que escuchar a otros hacerlo. Si, eso es lo peor de todo. Me entran algo así como unas ganas terribles de arrancarme la piel a tiras y echar a correr. De poder, más de una vez, me daría de cabezazos contra la pared. Así de grave es el asunto. Y hay quien me llama radical, claro, después de ofenderse pero a mi me da igual. Puedo vivir con eso. Con lo del teléfono no. Han de entender que soy de aquellos a los que no les interesa únicamente la vida exterior. Que yo soy mucho más feliz por dentro. Y aunque la facultad que tengo para evadirme sea un fenómeno fascinante, a veces no basta. De verdad que no. Por eso me pasa que cuando me llaman por llamar, como la otra tarde, experimento el sentimiento amargo del absurdo y no sé ya que decir, como cojones disimular lo incómoda que me siento.
4 comentarios:
Yo creo que todos vivimos ese sentimiento con algo concreto: hablar por teléfono, relacionarse con desconocidos, hablar ante el público. Si fuéramos perfectos, sería muy aburrido.
Coincidimos. Me exaspera. Aún más, cuando la llamada la realizan a diario, a la misma hora cada tarde, cuando todavía es pronto y aún no ha sucedido nada nuevo que poder decir.
Un beso.
A mi me pasa igual, aunque soy de las que también llama de vez en cuando al revisar la agenda y enconrar personas que echas de menos pero el mundo no te deja tener cerca. Ahí soy capaz de pasarme al teléfono horas.
Mi movil siempre está en silencio, a veces por necesidad, el resto por salud.
Un beso!
jejejeje Radical un rato largo... pero chica cada uno es como es...
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