Mi corazón está lleno de amor: a nadie
le importa lo que me meta en la boca. Quizá sin ti el mundo se estropea pero
echo de menos lo absoluto, lo necesito para no desmayarme. Sobreentender la
infidelidad como parte de nosotros mismos, reducir el sentimiento para que
quepa en el café que tomamos juntos algunas mañanas. Tienes una jodida mente
encantadora. Te digo lo del sexo con otros pero sigues metiéndote en la cama
conmigo alegando que, de todos modos, las relaciones humanas no suelen
funcionar. Reconozco que nunca he querido casarme con ellos, tener hijos con
ellos, incluir mis apellidos en su árbol genealógico. Te confieso que heriste
mi estómago, que el psicólogo es esa tercera persona que le dice a tu madre que
no eres una persona normal.
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