8.7.11

Primero él daba un puñetazo y después yo daba un puñetazo. Estaba desquiciadamente enamorada de aquello, fuese lo que fuese. No habíamos vivido ninguna masacre, guerra, catástrofe, depresión ni crisis más que las que se sucedían de forma regular los miércoles por la noche dentro de nuestra cabeza. Éramos una generación indetectable, neurótica, traumatizada, carente de cualquier problema real. Éramos productos tóxicos e inflamables, la peor basura, unos hijos de puta de cuidado. Supongo que llegamos a querernos mucho. Si alguna vez él volviese beberíamos whisky caro, haríamos el amor tres veces sucesivamente sin éxito y no tendríamos una verdadera conversación de corazón a corazón. Porque ninguno de los dos tiene ya de eso.

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