13.11.10

Aquel tío era raro de cojones, sin más. Raro desde dentro y sin proponérselo. Solo raro. Lo encontraba a veces, cuando bajaba al garito con estos, escribiendo en su cuaderno al final de la barra. A la misma hora, los mismos días. Era verle y se le iban a uno los ojos sin remedio. Barba, canuto y copa. Ojos azules. Tenía ese “algo” inexplicable entre apatía, catastrofismo y tendencia a la autolesión que podría enamorar a cualquiera. Era el típico tío que se pasaba por el forro las normas de protocolo más importantes, el tipo de hombre con quien compraría una casita a las afueras y plantaría mandrágoras en el jardín. Con quien pintaría cosas raras en las paredes después de comer, en vez de fregar los platos que nunca me gustó. Con quien tendría unos niños poco normales, descaradamente felices. Lo nuestro era inevitable, lo sé. Me imaginé su vida muchas veces porque estaba convencida de que él era exagerado en su dolor, de que no podía caberle tanta cosa mala ahí dentro. Pero a mi me gustaba así. Me gustaba él porque era así. Me gustaba querer hacerle el amor, no una vez, sino cientos de veces. Me jodió no llegar a hacérselo nunca. Me jode no poder hacérselo ahora.

Pd: Llámame y me caso contigo.

3 comentarios:

Miqui Brightside dijo...

joder!

comme la vie est dijo...

Me ha encantado sara, tenemos que vernos pronto! tengo ganas, jajaja muaa.

L dijo...

estoy enamorada del chico de esa foto, lástima que ni me acuerde de su nombre