20.8.10

Tú no me conoces y solo nos cruzamos a veces. Algunos días. Entonces me embobo al mirarte de la entrada al ascensor. Te juro que te desvisto y te follo hasta al alma en esos 17 metros. Son solo dos minutos al día pero... qué dos minutos! Entras en la oficina despeinado y a medio vestir, con un café en la mano. Son las 12 y tú, como siempre, te acabas de levantar. Nunca se cuando esperarte o si esperarte, si vas a venir. Saludas a la de recepción con ese acento francés que me vuelve loca e inmediatamente siento celos de esa sesentona divorciada solo porque te sabes su nombre y le das los buenos días cada mañana. Subes al tercer piso que yo nunca visito y ahí debes permanecer hasta tarde porque no suelo verte bajar. Siempre fantaseo con como insultantemente rubia será la chica que va a recogerte. No se por qué pero ella debe de ser rubia, por lo menos eso. Aunque tú no lo sepas estoy jodidamente enamorada de ti. Aunque yo no lo sepa eso no es verdad. Pero, que coño: ¡es que estás tan guapo por las mañanas1