22.2.12
Estábamos cerca de la playa cuando las drogas nos
hicieron efecto. Eran días sin dolores especiales, días terribles de vacío
interior. Respiraba odio hacia todos los hombres y sus formas y sus costumbres
mentidas. Que estaba sola, que el mundo me abandonaba de un modo siniestro, que
yo misma me había abandonado también. Verme obligada a reconocerme
espiritualmente, a reconocer la multitud de almas que llevo igualmente en mi
pecho ciñéndose a una unidad que es sólo corporal. Sufrir bajo mi ridícula multiplicidad con el cerebro hecho cenizas consciente de que me da miedo morir todas estas muertes, vivir todas estas vidas.
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